Chucho, un oso de anteojos o andino, pone patas arriba a la justicia colombiana


Los animales no racionales tienen derechos a que la Ley los defienda entre otras a vivir en condiciones sanas y acorde a sus necesidades ¿o la norma solo rige para los animales racionales?

Chucho, un oso de anteojos o andino, pone patas arriba a la justicia colombiana
Justicia
Agosto 10, 2019 13:15 hrs.
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Hernando Rocha (EW) › Portal Espacio Web (PEW)

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La polémica se abrió ante la decisión de un juez colombiano el cual ’ha ordenado que el animal (en este caso un oso de anteojos bautizado por los humanos como Chucho) debe vivir en el medio natural al que pertenece, según su condición y naturaleza’. Pero el caso no se queda ahí y ahora ha llegado a lo más supremo de la justicia colombiana y es objeto de debate dentro de la Corte Constitucional, uno de los tres tribunales más altos del país en materia de aplicación de la justicia.

El caso comienza en los alrededores de la ciudad colombiana de Manizales, en la zona andina colombiana y de donde Chucho (un oso que habita en las partes altas de la Cordillera de los Andes, viviendo en zonas frías, desiertos costeros, bosques y paramos) fue sacado de su habitad localizado en la reserva natural de Río Blanco, cerca de Manizales y donde ha permanecido durante 19 años y fue trasladado al zoológico de la ciudad caribeña de Barranquilla, como es obvio a nivel del mar, hecho que algunos juristas, entre el juez que fallo a su favor, creen que afecta su vida en medio de un clima de muy altas temperaturas y al que no esta acostumbrado el animal.

’Chucho debe regresar al lugar de donde fue sacado y vivió sus últimos 19 años’ sentenció el juez en su providencia, y agregó que ’el animal debe vivir en el medio natural al que pertenece, según su condición y naturaleza’ fallo que profirió para resolver el hábeas corpus interpuesto por el abogado Luis Domingo Gómez Maldonado, docente de la Especialización en Derecho Penal de la Escuela de Posgrados y quien se opuso al traslado de Chucho a la zona costera colombiana alejado de sus ’páramos del alma’.

El habeas corpus es un mecanismo judicial que puede interponer cualquier colombiano que se sienta privado injustamente de su libertad y ahora se estaría entendiendo en la defensa de los derechos de un animal no racional.

Lo cierto es que le caso del oso Chucho ha causado tanta polémica en Colombia en especial porque los mecanismos de protección de Derechos fueron creados para defender a las personas (animales racionales) y no a los animales (irracionales).

’La verdad es que el tema tiene un impacto muy fuerte en el gremio de los abogados, especialmente porque han sido formados en escuelas donde las formas sí importan y los procedimientos se deben respetar, entonces usarlos para proteger derechos de los animales puede resultar algo disonante en esa cultura del Derecho’, dice el profesor y defensor de los derechos del oso Chucho.

Pero el debate jurídico va más allá de lo que acontezca con el oso Chucho. Si el fallo de la Corte Constitucional lo favorece y apoya el argumento del abogado que ’’lo defiende’ eso generaría de inmediato una definición jurídica en el sentido de que los tribunales colombianos no pueden ser tratados como ‘una cosa’ sino que ‘son seres vivientes’ a los cuales se les reconoce que si tiene derechos.

De ahí la importancia de lo que ocurra en el caso de oso Chucho y en el cual se podría estar sentando una providencia y tesis jurídica que cambiaria la forma de tratar a los animales no racionales.

Ahora el caso del oso Chucho no es único en cuanto a los derechos de los no racionales. Esta misma semana en un fallo trascendental sentenció a 15 meses de prisión al piloto colombiano, que había competido en Dakar, Juan Sebastián Toro, porque mató de un disparo a ‘Príncipe’, un perro mascota tras una acalorada discusión con su dueña. El hecho ocurrió hace cuatro años en el barrio Alhambra, al norte de Bogotá.

El hecho había enredado la carrera de este joven que en un acto de intolerancia decidió dispararle al perro con una pistola 9 milímetros. Esta es la primera ocasión en que un juzgado colombiano condena penalmente a un colombiano por la muerte de una mascota.

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